El evento principal fue un terremoto submarino, cuyo epicentro se localizó en el océano Pacífico, frente a la península de Kamchatka. Inicialmente, los sismógrafos registraron una magnitud de 7.4, pero tras el análisis de réplicas, se ajustó a 8.7, con una segunda réplica de 6.7.

El Ministerio de Emergencias ruso emitió una alerta inmediata de tsunami, mientras que autoridades en Hawái recomendaron precaución ante oleaje fuerte. En Japón y partes del oeste de EE.UU., los sistemas de monitoreo también activaron avisos preventivos.

A pesar de la magnitud, no se observaron olas peligrosas en la costa rusa. La población no fue evacuada, y el peligro fue descartado en menos de cuatro horas. No se reportaron víctimas ni daños materiales, confirmaron fuentes oficiales. Las olas esperadas nunca tocaron tierra con fuerza.

Aunque la alerta generó preocupación global, el caso resalta la capacidad de respuesta sísmica de las regiones del Pacífico. Rusia mantuvo el control, y el fenómeno quedó como un recordatorio de la constante actividad tectónica en el Anillo de Fuego.