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Ucrania, el tema más tenso en la agenda.
Cumbre con simbolismo histórico y geopolítico.
La cumbre en Alaska entre Estados Unidos y Rusia marcará este viernes el primer encuentro en cuatro años entre Vladímir Putin y Donald Trump. El escenario no es casual: un punto donde Oriente y Occidente se rozaron en plena Guerra Fría, entre misiles, radares y espionaje.
Aunque la ubicación exacta sigue bajo reserva, será la primera visita de Putin a territorio estadounidense desde 2015. La Corte Penal Internacional emitió en 2023 una orden de arresto contra él por presuntos crímenes de guerra, pero EE.UU., al no ser miembro, no está obligado a detenerlo.
En la agenda, Ucrania ocupa el centro. Ni el presidente Volodimir Zelenski ni funcionarios ucranianos estarán presentes, pese a que Kiev insiste en que la paz no puede firmarse sin su participación. El Kremlin mantiene su negativa a una reunión tripartita.
Putin exige condiciones duras: retirada ucraniana de territorios anexados, renuncia a la OTAN y reconocimiento del ruso como idioma oficial. Por su parte, Trump ha dejado entrever posibles intercambios territoriales, aunque los calificó como “buenos para Ucrania”.
El trasfondo histórico añade tensión: Alaska, que perteneció al imperio zarista hasta 1867, es un símbolo para Rusia, citado incluso en canciones y bromas populares. Analistas como Sam Greene lo ven como “un recordatorio de que las fronteras pueden cambiar”.
Europa observa con recelo. Kaja Kallas, alta representante de la Unión Europea, subraya que “la agresión no puede ser recompensada”. Desde la OTAN, Mark Rutte afirma que todo dependerá de si Putin está “realmente comprometido”.
Mientras, el líder ruso ha informado a Xi Jinping, Modi y Lula da Silva, sugiriendo que busca respaldo antes de cualquier anuncio.
El viernes, el mundo estará pendiente de Alaska.