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La tensión no afloja en la Cisjordania ocupada. Desde el pasado 5 de mayo, el campamento de refugiados de Nur Shams se ha convertido en el epicentro de una ofensiva israelí que, según la ONU, deja tras de sí una estela de destrucción y desarraigo.
La Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) advirtió esta semana sobre una escalada preocupante: continúan las demoliciones de propiedades palestinas y las amenazas de desalojo. Solo desde el 1 de mayo, cerca de 50 viviendas han sido demolidas. Algunas familias, con el corazón en la mano, lograron entrar apenas unos minutos para recuperar pertenencias básicas antes de ver sus hogares reducidos a escombros.
Stephane Dujarric, portavoz del Secretario General, fue enfático: “Las operaciones son de una escala arrolladora, marcadas por desplazamientos forzosos masivos y la destrucción generalizada de infraestructura humanitaria palestina”.
Y es que, además de las demoliciones, Israel anunció la creación de 22 nuevos asentamientos en territorios ocupados, incluyendo Jerusalén Oriental. Esta decisión, calificada por António Guterres como una violación del derecho internacional, amenaza con echar por tierra cualquier esperanza de diálogo.
“Estos asentamientos son ilegales y representan un serio obstáculo para la paz y el desarrollo social y económico”, recordó Dujarric.
La situación en Cisjordania sigue generando una profunda preocupación internacional. Los equipos humanitarios que operan en la zona coinciden: cada vivienda demolida representa no solo una pérdida material, sino un golpe directo a la dignidad de familias enteras.