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Marco Rubio y Serguéi Lavrov participaron en el diálogo bilateral.
La visita de Putin a Alaska desató críticas por presuntos crímenes de guerra.
Zelensky y la Unión Europea expresaron temor por la cercanía entre Trump y Moscú.
Tras dos horas y 45 minutos de reunión, los voceros del Kremlin y medios internacionales confirmaron que el encuentro entre Vladimir Putin y Donald Trump concluyó el 15 de agosto. La conversación se centró en un tema que sacude al mundo: el destino de la guerra en Ucrania.
A puerta cerrada, con la presencia del secretario de Estado estadounidense Marco Rubio, el asesor Steve Witkoff, el ministro ruso Serguéi Lavrov y el consejero cercano a Putin, Yuri Ushakov, ambos mandatarios discutieron la posibilidad de un fin al conflicto.
El tono del encuentro no estuvo exento de tensiones. Apenas inició la charla, Putin ironizó sobre aviones B-2 y F-22, antes símbolos de la lucha antisoviética. Sin embargo, la controversia ya había comenzado en Alaska, cuando el ruso fue cuestionado sobre crímenes de guerra y la muerte de civiles ucranianos. Con gesto burlón, prefirió ignorar las preguntas.
Las críticas se multiplicaron en Estados Unidos al ver a Putin subir a “La Bestia”, la limusina presidencial, un gesto que medios interpretaron como un recibimiento mayor que el ofrecido a líderes aliados.
Las reacciones llegaron rápido. El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, expresó en video su inquietud: “Todos queremos un fin honesto de la guerra… pero Moscú no da señales de detener el conflicto”.
En la rueda de prensa posterior, la cercanía entre ambos sorprendió a Occidente. Trump se mostró titubeante, mientras Putin exigía a Europa no obstruir las negociaciones. El ruso cerró con una broma: la próxima reunión, dijo, será en Moscú. Trump, evasivo, guardó silencio sobre un eventual acuerdo.
La escena quedó marcada como un momento histórico, incómodo para Occidente y revelador de la creciente tensión en torno al conflicto ucraniano.