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• Una leyenda urbana con más de tres décadas de historia
• Un fenómeno que atrae a curiosos cada año
A los pies del imponente Popocatépetl, donde el cielo nocturno es un espectáculo en sí mismo, un suceso extraordinario dejó huella en la comunidad de San Baltazar Atlimeyaya. Fue en los años noventa cuando habitantes reportaron un objeto luminoso con un comportamiento imposible para cualquier avión terrestre.
Desde entonces, el poblado —perteneciente al municipio de Atlixco, reconocido como uno de los pueblos mágicos más emblemáticos de México— guarda en su memoria esa noche inquietante. El avistamiento se vincula a un punto localmente conocido como La Casita Blanca, envuelto en misticismo y relatos.
Quienes presenciaron el evento lo describen como un espectáculo aterrador y fascinante a la vez. El silencio posterior fue tan profundo que, según cuentan, “se podía oír cómo latía la Tierra”.
A 10 kilómetros del centro de Atlixco, entre manantiales y truchas, Atlimeyaya se ha convertido en una especie de altar para la ufología. Cada 2 de julio, con motivo del Día Mundial del OVNI, el recuerdo revive: luces, cámaras, reuniones nocturnas y la misma pregunta que nadie ha podido responder.
¿Fue una señal del espacio?, ¿un experimento no revelado?, ¿una ilusión colectiva? Mientras no haya pruebas concluyentes, el misterio sigue alimentando teorías.
Y así, mientras las estrellas siguen deslizándose sobre su cielo limpio, San Baltazar Atlimeyaya permanece atento. Porque, tal vez, quienes estuvieron aquella noche... no eran los únicos observando.