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Washington D.C. — En un movimiento que ha sacudido los mercados, el presidente Donald Trump ordenó duplicar los aranceles al aluminio y acero, pasando del 25% al 50%, con efecto inmediato desde el miércoles. Esta decisión no solo tensa más la cuerda con China, sino que impacta directamente a aliados comerciales clave, como Canadá, México y Brasil.
La justificación oficial llegó en forma de orden ejecutiva: el aumento busca detener la entrada de metales que —según la Casa Blanca— son vendidos por debajo de su valor real, socavando la industria nacional y comprometiendo la seguridad estratégica del país.
Peter Navarro, consejero comercial de Trump, fue tajante: “No podemos tolerar este problema”. Y fue más allá, apuntando a China como la principal fuente del exceso global de aluminio barato.
El ambiente no podía estar más cargado… hasta que, sorpresivamente, Trump y Xi Jinping hablaron por teléfono durante 90 minutos el jueves, logrando un respiro en la tensión. De esa conversación surgió el compromiso de reunir a sus equipos comerciales este lunes en Londres.
“El encuentro debería ir muy bien”, escribió Trump en Truth Social, su canal favorito para comunicarse con el mundo. Lo acompañarán Scott Bessent, Howard Lutnick y Jamieson Greer como representantes estadounidenses.
Uno de los puntos más delicados será el control de las tierras raras, minerales estratégicos que China domina casi por completo. En los últimos meses, el gigante asiático ha impuesto límites a su exportación, afectando no solo a EE.UU., sino también a Europa y Asia.
Y mientras todo esto sucede, Elon Musk —quien fue uno de los aliados más visibles de Trump durante su primer mandato— rompió públicamente con el presidente. “Estos aranceles llevarán a una recesión”, sentenció desde su cuenta de X. Sus críticas, además de resonar, han marcado el fin definitivo de una alianza política que ya venía desgastada.
La próxima semana será clave. Entre acuerdos, amenazas y reproches, Estados Unidos y China vuelven a sentarse en una mesa que arde… pero en la que, por ahora, nadie quiere levantarse.